martes, 2 de septiembre de 2008

La gastronomía leonesa en la calle

La Plaza de San Martín se convierte en el templo gastronómico del verano.C. SANTOS

Cuando los viajeros comenzaron a ser llamados turistas el Barrio Húmedo ya era lugar de cita de los amantes del buen vino y el mejor comer. Aunque el modo de acercarse al barrio más popular de la capital ha cambiado radicalmente a lo largo del tiempo, especialmente en los últimos 25 años.

Lo hemos contado ya en varias ocasiones, pero no está de más que los repitamos ya que, seguramente, habrá lectores nuevos. La vieja plaza de San Martín, que antiguamente eran dos plazas, y sus alrededores, concentraron buena parte de la oferta hostelera del viejo León por una única razón: en la cercana Plaza Mayor se celebran desde antiguo los dos mercados semanales de la ciudad. Mercados a los que en la antigüedad asistían los labradores de los pueblos de La Sobarriba, las riberas cercanas e, incluso, algunos montañeses, para ofrecer a los capitalinos los mejores productos de la tierra. Y a la hora de comer se reunían en las largas mesas y los interminables bancos de las tabernas del contorno para comer las viandas que habían traído del pueblo, acompañadas del vino que les servían y que era la disculpa para ocupar un sitio en el establecimiento.

Pero las cosas cambian, los labradores cada vez son menos, en vez de venir a píe, en carro o en burro, llegan a la ciudad en coche y la mayoría a la hora de comer están ya en su casa.

Pero este cambio no ha impedido el crecimiento hostelero del Barrio Húmedo, ya que las tabernas se han convertido en restaurantes y, especialmente en el verano, los tradicionales labrantines se han transmutado en ávidos turistas que quieren conocer las excelencias de la gastronomía leonesa.

Es un gozo ver como disfrutan con enormes platos de morcilla más o menos picante, como se enfrentan a tremendas raciones de callos o mollejas, como rinden culto a los embutidos de los cuatro puntos cardinales de la geografía provincial, y como trasiegan el fino vino de aguja de Prieto Picudo o de los aterciopelados caldos del Mencía.

La plaza del San Martín que en el tiempo de frío es como un gran desierto en el que se dan cita los aromas emanados de las docenas de fogones que la rodean, en el verano se llena de sillas y de mesas y de turistas de piel enrojecida y estómagos hambrientos que quieren conocer lo mejor de los productos leoneses, y que se asombran ante la delicia que supone la degustación de la buena cecina, y que se emocionan como niños cuando los hosteleros de la plaza terminan sus típicos menús con unos dulces higos zoupeiros de Prada.

Hemos hablado de varias terrazas leonesas que en los meses del verano son ideales para comer, merendar o cenar, pero, sin duda, la más atractiva de todas es la multitudinaria que cada día estival ofrecen a visitantes e indígenas los avispados hosteleros del famoso, casi legendario, Barrio Húmedo.

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