viernes, 19 de septiembre de 2008

La Bejarana un lugar de encuentro


La entrada de León, por la carretera que se llamaba de Caboalles y que estaba jalonada de espléndidos chopos, era la glorieta de Pinilla, el principio de aquella barriada obrera que comenzó a levantarse en los años cincuenta del pasado siglo y de la que ya no queda casi nada en su forma original.

Pues bien, en este lugar, precisamente a comienzos de los años cincuenta, al lado de la fábrica de motores de Piva, es una esquina que sigue siendo estratégica, abrió sus puertas un café que con el tiempo ha logrado un gran prestigio: La Bejarana.

Muy cerca, a penas a cien metros, se situaba una de las tabernas más famosas de aquella época, hablamos de la primera mitad de los años cincuenta, se llamaba el Abuelo y se hizo famosa entre los habitantes de aquella provinciana urbe que aún tenía su mayor potencial dentro del recinto amurallado por los romanos, se hizo famoso, decíamos, por sus cocidos. No porque estuvieran especialmente sabrosos, que lo estaban, sino por su precio: 1 peseta. Las leoneses se hacían lenguas de cómo se podía ofrecer un suculento cocido por ese precio, y nadie supo explicarlo, pero durante varios años hubo colas para degustarlos.

Pero lo nuestro hoy es hablar de La Bejarana, cuyos fundadores desconocemos, pero es de imaginar que la autoría correspondiera a unos emprendedores salmantinos trasladados León vaya usted a saber por qué. Pero desde hace diez años dirige el timón de este afamado café, Manolo, que ha sabido adaptarlo a los tiempos que corren y convertirlo en lugar de reunión para los parroquianos de la vecindad y para aquellos que disfrutan de la belleza del cercano Parque de Quevedo. Un servicio esmerado, una buena selección de tapas, con mención especial para sus anchoas con pimientos y su espléndida toritilla española, y un atractivo añadido: aquí se sellaban las quinielas desde que se inventaron y después se han añadido, la primitiva, la bono loto, el euromillón y todas esas loterías que cada semana nos llenan la cabeza de ilusiones para luego romperlas como en cántaro de la lechera.

Les aconsejamos un paseo por el Parque de Quevedo, el que fuera Vivero de Obras Públicas, y una parada en La Bejarana, para degustar su estupendo embutido, sus tortillas… o simplemente un café con leche.

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