miércoles, 10 de septiembre de 2008

(Javier Rueda)El regreso de un pintor



El leonés Javier Rueda presenta sus obras en La Casona de la Fundación Carriegos.
C. Santos
El pintor leonés Javier Rueda se marchó de la ciudad que le viera nacer hace ya muchos años, quizá en busca de horizontes más amplios para su arte. Pero la añoranza le hizo volver, hace casi diez años, para llevarse el primer galardón del certamen que iniciaba la andadura del Premio Carriegos de Pintura. Poco tiempo después presentó en la Casa de las Carnicerías un resumen de sus trabajos y después el silencio. “No vengo más a León con mis cuadros –dice- porque no me dan fecha para nuevas exposiciones”. Ahora sí que hay tenido fecha y espacio en un lugar que se ha convertido en emblemático: La Casona de la Fundación Carriegos.
Pocas novedades hay en la pintura de este clásico entre los clásicos de la pintura leonesa. Sus óleos, sus acrílicos, sus pasteles, sus acuarelas, siguen conteniendo enormes dosis de sensibilidad, de poesía. “Yo soy un artista –comenta- que no desdeño ninguna técnica, como se puede ver en esta exposición cualquier me sirve para expresarme, creo que todas son igual de válidas y todas me sirven para transmitir mi mensaje”.
Confiesa el pintor que aunque no esté presente en su tierra, la lleva continuamente en el alma, “Siempre estoy al tanto de la vida cultural leonesa. En esto, como en mi forma de pintar, creo que soy bastante fiel y firme, tengo muy claro lo que me gusta pintar y de donde procedo”.
Y Rueda lo pinta todo, desde emotivos bodegones en los que las flores son como versos que brillan en la penumbra de una habitación misteriosa, hasta sus sugerentes paisajes en los que las hojas de los árboles, sus chopos leoneses, tiemblan en la bruma. Y ahora, también, un regreso a las figuras que en su última exposición parecían perdidas. Han regresado a sus lienzos y lo hacen con fuerza, reinterpretadas siempre por los pinceles de un artista que no sabe sino representar el espíritu de las cosas.
Javier Rueda se recuerda pintor desde siempre. “Recuerdo con mucho cariño mi primera exposición en la sala que entonces tenía la Diputación en el Palacio de los Guzmanes, yo tenía dieciséis años. Creo que la pintura es el combustible que me mantiene, es mi razón de ser y de vivir”.
Y como colofón unas palabras de Victoriano Crémer que figuran en el catálogo de la muestra: “Puede asegurarse que la obra de Javier Rueda es consecuencia de una soledad, de un extrañamiento, de una mismidad. Dicho sea en términos de filosofía existencial: el paisaje de Javier es tan emblemáticamente suyo, con su transparencia, con su sorprendente composición, con su misterio, con su magia lírica, que solamente puede originarse en un espíritu de vilo. Como la alondra, teniendo el aire y la luz como sostén y como alimento”.

No hay comentarios: